La vida está llena de muchos matices, de subidas y de bajadas, de momentos placenteros y de otros que quisiéramos salir corriendo por todo el malecón, y pues en la vida hay, y siempre habrá, tanto momentos buenos, felices o maravillosos como momentos malos, duros, o incluso devastadores.
Pero las personas que no son capaces de aceptar el dolor y el sufrimiento que acompaña a las situaciones adversas, les será muy difícil lograr ser felices, simplemente porque la actitud de querer ser siempre felices en todo momento es una meta imposible de alcanzar.
Aprende de los momentos infelices
Lo que si nos corresponde es intentar hacer todo lo posible para que los momentos agradables y felices superen a los no felices. Pero algo muy importante que muchas veces se nos olvida es aceptar y aprender de los momentos infelices, que son parte de la vida y será el modo en que nos afecten lo menos posible y de afrontarlos mejor.
Cuando las cosas no salen como esperamos, la gente reacciona, y hay muchas maneras de reaccionar ante lo que no nos gusta o nos hace daño, cuando sucede una desgracia la gente puede experimentar: desesperación, ira, frustración, tristeza, negación, entre otras, estas reacciones son normales dentro de la expresión del ser humano, perdemos el control absoluto de nuestras reacciones emocionales.
La negatividad sólo te perjudica
También hay los que se instalan en víctimas, lamentándose duramente su terrible mala suerte, está totalmente convencido que él vino a esta vida a sufrir, es la persona que sufre un daño, estas personas dan pena y se hacen la víctima para conseguir algo.
Y eso no hace más que agravar la situación y el malestar que sienten. Esto se produce debido a esa falta de aceptación del sufrimiento inherente a la vida. Implica esperar que a ti nunca te suceda nada malo en ningún momento. Dado que eso es imposible, la persona que piensa así está destinada a sufrir por partida doble: por la desgracia o problema acontecido, y por su propia falta de aceptación, que genera sentimientos de depresión, ira o frustración que se añaden al malestar causado por dicho acontecimiento negativo.
Y Por el contrario, la persona que es capaz de aceptar que el sufrimiento forma parte normal de la vida tanto como la alegría o la felicidad, afronta los malos momentos de otra manera. En primer lugar, sabe que las desgracias no duran siempre; que los buenos y malos momentos van y vienen en la vida, a veces incluso juntos; que nada dura para siempre, sino que la vida es una sucesión de acontecimientos, buenos, malos neutros; a veces maravillosos, otras veces terribles.
Algunas personas tienen la suerte de vivir vidas bastante buenas, con pocos momentos tristes o sin vivir sucesos verdaderamente horribles. A otras personas, en cambio, les toca vivir tragedias devastadoras. Esto podría hacernos pensar que es injusto, pero la vida no sabe nada de justicia o injusticia, sino de experiencias. Los seres humanos vivimos, entre todos, todas las experiencias posibles. Prácticamente todo lo bueno o malo que podamos imaginar le está sucediendo a alguien en este mismo instante.
A veces, estas personas no se dan cuenta de que son afortunadas, porque es bastante difícil estar en una posición mejor. Jamás podrás vivir para siempre en el extremo de la felicidad total. Si estás pasando una mala racha pero miras hacia atrás, observando toda tu vida, y ves que eres una de esas personas que se encuentran, en general, en ese término medio, entonces sabes que estás dentro de lo normal, que en realidad todo va bien.
En cambio, si miras hacia atrás y ves que tu vida ha estado mucho más cerca del extremo del dolor y la tragedia, entonces sabes que lo más probable es que mejore, al menos hacia un término medio, y tu misión será encontrar el modo de lograrlo (cambiar de vida, de gente, de país, de trabajo, de forma de pensar, de actuar, de ver la vida… o lo que sea necesario).
Y si tienes la gran suerte de estar más cerca del extremo de la felicidad, entonces disfruta de lo que tienes, pero no olvides que en la vida los papeles pueden cambiar de repente y sin avisar, tanto para bien como para mal. Así es la vida: ¡nada es para siempre!
Gracias por compartir!!